martes, 10 de septiembre de 2013

EL CAMPO


     - Dame la sombra árbol, que empieza a llover y uno me aconsejó no mojarme decía la gallinita.
     Como no, hermana gallina, que mis fuertes ramas te den abrigo durante la lluvia, contestó el árbol.-
     Había por ese sitio cerca, un muchacho griposo que corría como loco. Era Juanito, un muchacho de 13 años más o menos, era el líder de su clase, de su calle, y de su casa.
     ¿A dónde vas Juanito? -dijo el árbol- si está lloviendo, y te estás mojando.
     Voy a la casa de mi tía, cuesta arriba a una media legua, después a la tienda a comprar un kilo de papas -contestó Juanito-, no corras más -interrumpió la gallina el correr mojándote no te hará bien.
     La gallina tiene razón -contestó el árbol- ven y nos cuentas un chiste siempre los tuyos son muy buenos.
     Pero hermano árbol, hermana gallina decía él, si yo pudiera... 
     Claro que sí puedes hombre, jijijiji rió el caballo.
     Y además si te esperamos vas a tenernos muy ansiosos dijo la vaca.
     Es más yo te puedo llevar media legua y llevarte a tu casa jijijiji -dijo el caballo.
     Pues si es así me quedo.-Gua, gua, gua aplaudió el perro-
     Juanito al sentarse fue rodeado de todos los animales del campo, cuatro grillitos, una pareja de pajaritos, la vaca, un caballo, la gallina, el perro, cinco lagartijas, las hormigas agrupadas en camellones y un ejército de garrapatas. Todos los animalitos no tenían ninguna intención de hacerle daño a Juanito, pues Juanito, era amor dar y amor recibir.
     Eran aproximadamente las 9 am, todos estaban contentos, -el árbol se mecía, la gallina cacareaba, el caballo relinchaba, la vaca mugía, el perro ladraba, era como un estruendoso y bello sonido. Después cuesta arriba sobre Azabache, haciéndole cumplir su promesa, cuesta arriba entregó el mensaje a su tía y fue a comprar el kilo de papas, luego llegó a su casa sobre Azabache.
     Otro día Juanito pasaba silbando como de costumbre y él por bromear pasó de largo, el árbol le dijo: no pases de largo que te estamos esperando.
    -Es que tengo el estómago vacío y me espera mi tía con un vaso de leche, contestó Juanito.
     Muérgano -dijo la vaca- sabes que yo te doy la leche- ¿De veras?
     Ordeñó en un potecito que cargaba pa arriba y pa abajo, y tomó con unas ganas, terminó con un bigote de abuelo.
      La Montaña donde vivía Juanito era fresca, provocaba tirarse rodando de sus lomas, al pie del mote estaba el árbol reinante, imperioso; los animales están en el potrero de la derecha, Juanito no vive en realidad en la montaña, sino como es muy conocido decir, - ¿Donde vives?, -vivo en el Morachón - contesta.
       Así pasaron los días de Juanito, más feliz que el hombre de la ciudad y será triste el día en que manos malas den muerte al árbol, o la gallina no vuelva a cacarear, o el caballo no vaya cuesta arriba y la vaca no dé leche, y las garrapatas no piquen y el día en que el silbido del viento calle.
       Ojalá que siga como ahora, pero el tiempo pasa y no perdona.
       Ojalá que el negro humo de la ciudad no asfixie a Juanito, porque es más hermoso tener el cielo despejado y el canto de los pájaros y el silbar del viento, el relinchar del caballo y el mugir del ternero.

Ricardo Vivas Terán
San Cristóbal, Febrero 1988


                                      EL JINETE


       Hace muchos años, cuando el medio de transporte era la mula, el caballo, o el carrito de San Fernando, es decir, -un ratico a pie y otro caminando-, un señor Jacinto Díaz, salió de su casa, con un alazán, y un revólver, en busca de aventuras por tierras desconocidas.
       Muchos decían que estaba loco, otros que era muy valiente, y otros, que iba en busca de mujeres nuevas.
       Pero Don Jacinto no iba por lo uno, ni por lo otro, ni mucho menos por lo último.
       Cuando de 17 años su cabello era azabache y su cara en vez de arrugas, presentaba barros, viajaba con su hermana camino a La Grita.
       De repente en lo oscuridad del camino, oyéronse seis voces distintas a las de Jacinto y Bertha, que era como se llamaba su hermana.
        Seis tipos bien armados se presentaron en frente de la pareja solitaria, uno, el líder, habló sin más, señores dénos todo lo que tengan, hoy no tuvimos nada que comer, Jacinto fue a utilizar su revólver, pero seis eran mucho para uno y sonaron tres detonaciones de las cuales dos robaron la vida de Bertha, Jacinto quedó gravemente herido.
        A la mañana siguiente, pasaba un sacerdote camino a La Grita, al ver a los hermanos en el suelo, rápidamente se apeó de la mula y fue a Jacinto. Al verlo vivo, con   ungüentos curo un poco las heridas. El sacerdote que era un hombre fuerte, sin esfuerzo subió a Jacinto en su caballo y fue a ver a Bertha, al verla sin vida rezó oraciones por su alma. Subiéndose a su mula y llevando a lomo de caballo a Jacinto, llegó a la Grita y ahí atendieron sus heridas.
       Era pues el motivo que le llevara a irse de su lujosa casa, que había prometido acabar con todos los ladrones de la región y si era posible de otras regiones.
      Camino de los llanos oyó disparos, con su rápido alazán se dirigió en busca de donde provenían los disparos; era la policía enfrentándose a tres bandoleros, Jacinto tenía su revólver y sin aguantar perforó el cráneo de uno y el corazón de otro, nunca había matado, sintió mucho dolor y arrepentido subió a Tempestad (así se llamaba su alazán) y dirigióse a Barinas.
       Por el camino el remordimiento era rotundo.
       En eso un trote de cascos llamó su atención y un hombre herido lo montaba, con sus gruesas y anchas manos agarró las riendas del caballo desbocado y lo frenó al instante.
       A la madrugada el hombre reaccionó y contó de cómo era de pobre y había tenido que robar y una bala (?) de justicia lo alcanzó.
       Jacinto quedó conmovido y volviéndose a La Grita dividió su gran hacienda de 1.500 hectáreas en pequeños lotes que vendió a todos los pobres por el único pago de una amistad y que cultivaran la tierra.
       Así, el que siempre odio a los pobres y ladrones se hizo su confidente, amigo y defensor.
Ricardo Vivas Terán
San Cristóbal, Febrero de 1988.


EL RECUERDO

        - Epa Compae.-Así decía Jesús hombre de pueblo y campo, tres cuarto de viejo, con las manos maltratadas con el pasar y pasar de los años. Sus manos habían trabajado tanto, junto con su compadre.
        Su compadre era José Chevera, hombre viejo maltratado por los años que adonde iba, llevaba consigo un bastoncito. Ellos habían llegado un 25 de Octubre de la Lejanía ya hacía 58 años, esta lejanía era un pueblo.
       Era un pueblo de más allá de más allá. Cuando de mozos más o menos de 14 años, habían llegado a ese pueblo, ya sabían lo que debía saber un hombre, tenían que trabajar duro, para poder hacer fortuna, como se lo habían propuesto.
       - Compae ¿Se acuerda de esos tiempos en que agarrábamos al toro por los cachos?
       - Como no voy a acordarme Chucho, si esos años, aunque era pobre, jugamos, trabajamos y compae ¡Cómo trabajábamos!
       - Si compae, se acuerda de aquella vez, un 25 de Octubre que llegamos a lomo de mula a Campo Alegre, yo traía comida escasa pa mí, pero usted se le había olvidado la cesta en la casa, como gozamos, tuvimos que quedarnos los dos a medio comer. Yo traía jalea, mantequilla y panes y usted, compae por su afán fue a agarrar la jalea y se calló de la mula, jalea, mantequilla y cinco panes, tuvimos que partir los tres que me quedaron.
        - Y cuando llegamos -dijo José- no sabíamos donde quedarnos, tuvimos que pedir limosna pa´ medio pagar un cuartico que había por ahí, y se acuerda que por la mañana nos botaron porque quien nos había alquilado el cuarto no era ni dueño, ni dueña, ni hijo, ni hija de dueña, ni amigo ni conocido de dueño.
        - Sí-intervino Chucho.
        - Y por la mañana -se apresuró José- antes de todo nos fuimos pal río, ¡que muérganos!, en vez de buscar trabajo.
       - Ah, compae me acuerdo de mi primer trabajo aquí, dijo Chucho.
       - Me contrataron en el comedero de Juana para que pelara papas pal almuerzo, ¿y sabe que hacía yo?
       - No.
       - Yo pelaba las papas, se las daba a Juana, y después me acercaba a la cocina como quien no quiere la cosa y me servía de todo lo que hubiera, un poquito y cuando llegaba Juana María, yo ponía pies en polvorosa y picaba más que un caballo salvaje.
       ¿Y Juana se dio cuenta?
        - Sí, pero si hizo la boba.
        - Que buena era Juana ¿verdad? - preguntó José-
        - Sí era muy buena - dijo Jesús-
        - Me acuerdo -dijo José de la vez que yo pelié con Tomás el esquinero ¿se acuerda Compae?
        - Claro, yo tuve que separarlos del suelo porque ya estaba muy aburrida la pelea.
        - Bueno, cuando llegué con el ojo izquierdo hinchao y todo raspao, embarrao, ensangrentado, la que me curó fue Juana María.
        - Sí compae y después ¿qué pasó, la noche que Ud estuvo enfermo?
        - Pues me enfermé de tos, fiebre y diarrea y me acuerdo de las carreras de Juana.
        - ¿Las carreras de Juana? ¿Cómo así compae?
        - Sí, ansina es. Cuando llevaba el pantalón lleno de sucio y volvía, la sábana de la cama ya estaba cagaá y mientras llevaba la sábana y regresaba, el colchón estaba embarrado, tuvimos que sacarlo al sol al otro día.
        - Sí, que tiempos, -dijo Jesús-.
        - ¿Se acuerda de cuando nos contrataron a los dos pa´rozar el potrero de Emilia Berta?
        - Sí, pero eso cuando teníamos veinte años.
        - Bueno y a la hora de recordar ¿todo es válido o no?
        - Pues sí.


        - Bueno no me chalequée el cuento, cuando íbamos a rozar el pasto, pedimos prestados los machetes a Emiliano, cuando los terminamos de amolar, nos fuimos derechito pal potrero, ud. estaba como se dice ahora pantallando y se dispuso a dar un zarpazo y otro y otro, pero no vió la piedra... y pobre machete. ¿No?..
         - Sí compae, pobre machete.
         - Mientras tanto íbamos ganando nuestros realitos y lo mejor de todo era que los ahorrábamos.
         - Me acuerdo de cuando nos metimos a montar una bodega.
         - Ay compae, me acuerdo.
         - Pues recuerde que yo no sabía sumar y tardaba media hora en dar el vuelto y mientras tanto había cincuenta clientes esperando.
         - Sí compae, ¡Qué alboroto! De broma ud. no se volvió loco.
         - Y por casualidad ¿no se acuerda de Juan Eustoquio?
         - Sí, pobrecito el viejo, no podía dormir con los grillos y nos decía que por cada grillo que le trajéramos nos daría diez pesos, le llegamos con veinte y después nos salió con el cuento de que eran grillas.
         - ¡Qué ganas!
         - Sí.
         - ¿Y cuando compae, compré mi casa con lo que había ahorrado. ¿Te acordás?   
         - Sí compae, a esa casa le faltaban las puertas y uno con cincuenta cobijas, se emparamaba.
         - Pero era casa al fin y al cabo.
         - Bueno en eso sí tienes razón.
         - ¿Y que me decís de tu primera casa? Le faltaba el baño y uno tenía que salir corriendo con medio kilo de papel periódico pal monte atrás... ¿Ah...?
          - Sí pero aunque no tenía baño, era más bonita.
          - ¿Que pasaría con Don Eufrasio Díaz?
          - Ay pobrecito, él compró el primer carro del pueblo, nosotros nos ofrecimos como chóferes y como no sabíamos manejar...
           - Sí, pero como nos hemos superado. ¿No?
           - Sí, pero no estudiamos y aunque Ud. viva en aquella mansión y yo en ésta y tengamos cinco Rolrois, no nos sirve de nada, porque no distinguimos la A de la O.
           - Tienes razón compae.
           - Claro que tengo razón.
           - Si. ni con todo el dinero de tantos trabajos, ni con la lotería que nos ganamos, podemos llenar el vacío de la ignorancia.
           - Sabe compae, que nos parecemos a la mujer de la cuña de Acude,
           - Compae ¿la que no sabe leer?
          - La misma que viste y calza.
          - Oh compae, perdiste el tiempo.
          - Sí, pero tenemos que velar para que nuestros nietos estudien y sepan más que nosotros; ya que salieron adelante nuestros hijos.


ENERO


      - Claro compae, pero volviendo a recordar, ¿Se acuerda usted de la vez que usted se metió a perito y tuvimos que ir juntos, es decir, yo lo fui a acompañar a una hacienda tomada de pisatarios y nos recibieron a tiros?
      - Como no me voy a acordar si esa tarde pudimos ser un colador.
      - Si compae, así es, esa tarde la vimos cerquitica.
      - Claro compa, y a que usted no se acuerda de Antonia.
      - Pues sí, compae, si que me acuerdo de esa muchacha y que también me acuerdo de que usted me la quitó.
      - Era una tarde y la china iba con un kilo e´queso en la mano, yo iba pasando y la salude y la muchachita también me saludó, en un pestañear de ojos, la muchacha por la emoción, trastabilló y cayó y yo, como caballero le levante el queso y a ella, ella me dió las gracias, yo le pedí la dirección, ella me dijo que vivía en la calle la Jeta casa 42. Todos los días iba pallá y llevaba caramelitos, chocolaticos, pancitos y todo lo que se me ocurriera por ir a verla, pero cometí la torpeza de presentársela a usté como tenía carro, empezó a pantallar y la chama me dejó con el chocolate en la mano, mientras se montaba en el carro y usté corría por las calles. Epa compae, ¿qué supo de esa muchacha?
       - Pues a eso voy dijo Jesús, la chama esa fue mi novia a escondidas porque decía que si sabía usté me iba a matar a mí y a ella.
       - No hubiera sido así compae.
       - Bueno cuando llegó el nuevo mayordomo la chama se volvió como loca, coqueta, no quiso volver a hablar conmigo.
       - Bien hecho compa.
       - Bien o no bien, creo que a él lo botaron y se casó con la china un viejo del pueblo que tenía plata bastante.
       - Interesada la chica ¿No?
       - Pues sí.
       - Un silencio invadió la conversación y los dos se quedaron viendo la luna, de repente Jesús suspiró y José habló:
        - Que lindo era ser joven ¿No?...
        - Sí y ahora que tenemos tantos años...
        - Sí compae, ahora nos queda el consuelo de ver a los jóvenes gozar de la vida y disfrutarla.
        - Y enseñarles nuestras experiencias.
        - Si compae, tienes razón.
        - ¿Y cuándo no la he tenido?
        - Pues compae a lo legal tantas veces se enredó, como su edad.
        - En realidad yo he progresado.
        - Sí, pero seguimos ignorantes.
        - Bueno volviendo a lo nuestro. Sí.
        - Otro silencio invadió la conversación de los dos viejos mientras un auto bien equipado se estacionó enfrente de la puerta de la casa, del auto se bajaron, un niño y una mujer de 38 años, de facciones parecidas a las de José y el nieto sí que no se parecía era como una importación extranjera. De pelo catire y de ojos verdes, con pantalón remangao, una camisa moderna de que sé yo cuantas figuras, con otras palabras muy extrañas el carajito.
       - La mujer subió rápidamente las escaleras, dióle un beso a José y le dijo:
       - Bendición apá, a lo que José respondió: Dios me la bendiga; Eso sí tengo que el carajito lo que tenía de raro, también lo tenía de curioso, mientras la mamá si es que era la mamá saludó a José, él sabía cuantas flores había en los jardines, descubrió una peladura de una columna de la escalera y supo de que color era la casa antes. Después se acercó a José y le dijo Ción abuelo, José medio trastornado dijo -Dios me lo bendiga, de inmediato se abrazaron, mejor dicho, lo abrazó José, la madre le dijo:
        - Quédate aquí Dominguito que ésta es tu casa.
        - Claro amá -dijo el inteligente niño, pronto descubrió unos juguetes que le esperaban en una gramita que estaba más lejitos, corrió hacia su abuelo y dijo- abuelo déjame ir a jugar allá que hay unos juguetes muy rebonitos.
       - José al escuchar esta última palabra sintió su sangre y dijo:
       - Como no, mijo.
       - El niño corrió en dirección a los juguetes tan rápido como pudo, mientras Jesús observaba.
       - Tenía que tener algo tuyo, más que sea la forma de hablar.
       - Pues sí, Chuchito, yo ya pensaba que tenía un extraño en la familia.
       - Compae -dijo Jesús- orita me acuerdo de como jugábamos cuando niños allá en la Lejanía.
       - Oiga compae, pues yo también.
       - Me acuerdo de como nos tumbábamos por las faldas de los montes, ah compae me acuerdo de la vez que usté se clavó como mil espinas en el árbol de naranjo.
       - Sí Chucho, fue un momento muy doloroso.
       - Yo me acuerdo de la vez en que estábamos con Juan y Pedro jugando a los soldados, dijo que iba a buscar una escopeta y como que se lo escopetearon ¿qué fue lo que pasó ah?
       - Pues si supiera compae, mi amá había dicho que no la molestaran cuando durmiera y ella ponía las escobas detrás de la puerta para que y que se fueran las visitas, yo iba a agarrar una para que me sirviera de fusil y mi amá se despertó y por esto la escoba se partió de tanto palo que me dieron.
       - Pobrecito compae.
       - De repente risas y juguetes se oyeron en el jardín, ambos se movieron como pudieron para ver, era el nieto Domingo que jugaba con otros niños del pueblo; cuando un niño dijo: miren a los abuelos, todos se fueron hacia ellos rodeándolos con sus angelicales voces mientras uno decía: abuelo cuéntanos como era todo antes.
       - “Averiguénselo a Jesús”.
Ricardo Vivas Terán
San Cristóbal, Enero 1988


CANCIÓN DEL LOBO SALTARÍN

El Lobo saltarín
Lobatos, siempre mejor
Hay que ser
La Akela nos enseñó a obedecer
Y a servir a los demás.

Nunca mentir
ser veraz
y así comprenderás
lo hermoso que es ser
un Lobo Saltarín.

Ser alegre
No llorar
porque así no se es mejor
ven y sé
un lobo saltarín.

Saltarín, Saltarín,
Ser un lobo Saltarín.

 Ricardo Vivas Terán

Tenía 11 años
San Cristóbal, Enero de 1986.
Grupo Baden Powel.

Centro Juvenil Don Bosco
San Cristóbal- Estado Táchira

VERSOS ESCRITOS EN UN CUADERNO DE
SALUD DE 6TO. GRADO SECCIÓN “B”
DEL “INSTITUTO SAN ANTONIO”


PENTECOSTÉS

Coro:

Cincuenta días después
llegó en lenguas de fuego
a posarse en el ser justo
en el ser humilde y bueno

El día de Pentecostés
se posó el Divino Espíritu
con gran tormenta y fuego
y se les quitó el miedo.

Salieron a predicar
a los confines del mundo
y también fueron a sacar
al espíritu inmundo.

Ricardo Vivas Terán
Tenía 10 años
San Cristóbal, Enero de 1985.


ENCONTRADO EN UN CUADERNO
DE 6TO. GRADO SECCIÓN B
“INSTITUTO SAN ANTONIO”

BOLIVAR

Coro:

Nació un 24 de Julio,
Con ansias de libertad
Se llamaría Simón
Y triunfaría por siglos.



De Boyacá a Carabobo
De Carabobo a Pichincha
De Pichincha a Ayacucho
Fueron victorias y triunfos.
Bolívar, Rafael y Sucre
Dieron renacer a América
En distintas Naciones.


El 17 de Diciembre
No quiero ni recordarlo
Durmió para siempre
Aquel héroe de libertad.


Ricardo Vivas Terán
Tenía 10 años
San Cristóbal, 1984



AQUELLA CASA

Coro:
En mi recuerdo descansa
El recuerdo de mi casa
con sus jardines y flores
con amapolas y rosas
que adornan la entrada.

Entremos pues a la casa
con sus zaguanes y corredores
donde revolotean colores
en mi recuerdo descansa
el recuerdo de mi casa

A veces cuando yo entro
me conmuevo
y vuelvo y salgo
pues veo los mil juguetes
Con que jugaba en mi crianza.

Ricardo Vivas Terán

Tenía   9 años

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